El Viento Zonda
Sus vigorosas piernas trepaban los cerros y su torso
desnudo brillaba como cobre bruñido al sol. Sabia saltar, sigiloso como el
puma, para atrapar la presa; esconderse en los montes y disparar las flechas
sin fallar jamás.
Si: Gilanco reunía los mejores atributos físicos de su
raza. Los dioses habían sido muy generosos con él. Todos le admiraban y le
seguían en sus correrías porque era el mejor de todos los cazadores, y eso le
daba la autoridad de un verdadero cacique, aunque en realidad no lo fuese.
Cuando Gilanco quería distraerse, trepaba las montañas, llegaba a las más altas
cumbres, recorría los desfiladeros y no había un solo animal que se salvara a
su paso. Las Alpacas, las vicuñas, las aves, los pumas; todos huían cuando lo
divisaban, pues sabían que no tenia piedad.
Eso disgustaba mucho a Yastay, sobre todo porque Gilanco
mataba y cazaba, no por necesidad, sino por el gusto de divertirse.
Un día, después de haber exterminado a una familia entera
de guanacos, se acostó a dormir debajo de un algarrobo. Ya estaba en el primer
sueño cuando su fino oído escucho un leve rumor de pasos.
_ ¿Quién anda ahí? – Grito irritado- ¿Quién interrumpe mi
siesta?
Nadie contesto. De pronto sintió un ruido seco y brusco.
-¡Yastay!...solo él se anuncia de esas manera.
Gilanco, el soberbio Gilanco; el valiente y cruel Gilanco
que mata sin miedo y sin piedad, se estremece.
Yastay está frente a él. En el rostro del dios, hondos
surcos indican que está muy, pero muy enojado. Lo mira fijamente y su mirada es
dura y directa: como las flechas de Gilanco.
Y por primera vez en su vida, tiene miedo. Quiere huir,
pero no puede.
Quiere gritar y su lengua se paraliza. Tiembla, de la misma
manera que tiemblan los indefensos animales cuando él se acerca. Sabe que
Yastay es implacable cuando castiga.
Entonces el Dios habla:
“Escucha, Gilanco: he de hablarte una sola vez. Pachamama
no aprueba lo que haces. Pachamama está muy dolida y enojada. ¡Deja a “mis
aves” en paz o recibirás un gran castigo!. Utiliza tu destreza y habilidad para
el bien de tu tribu. Yastay ha hablado.”
Y así diciendo, desapareció.
Gilanco se asusto un poco porque sabía que Pachamama era de
temer cuando castigaba. Pero poco le duro el susto. Pronto volvió a las andadas
y con mas crueldad que nunca perseguía y mataba a los animales. No había pasado
mucho tiempo cuando la misma Pachamama se le apareció.
Una voz de trueno hizo temblar toda la montaña. Gilanco miro para todos lados.
_ ¿Dónde estás?, ¿Dónde estás? _ Preguntaba desesperado.
No podía verla porque enormes nubarrones de polvo arenoso
empezaron a surgir de pronto como brotados del mismo fondo de la tierra.
Solo escucho su voz:
“¡Gilanco! Tuviste tu oportunidad. Has sido muy cruel.
Quienes sigan tus pasos recibirán el mismo castigo.“
La polvareda empezó a girar en un remolino asfixiante. Y
Gilanco quedo encerrado en el remolino.
_¡Gilanco! ¡Gilanco! _ le gritaba sus compañeros.
La polvareda arenosa se había convertido en un viento
furioso que lo envolvía y lo arrastraba con fuerza incontenible.
_¡Gilanco! ¡Gilanco!
Gilanco ya no estaba. A lo lejos se oía su voz como un
silbido largo y quejumbroso, atravesando distancias, haciendo temblar los
ranchos. Había nacido el viento Zonda.
Comentarios
Publicar un comentario